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Guerrero águila mexica o azteca. |
Estoy tendido en el suelo. Mi tórax se mueve lentamente aunque, con dificultad, pasa el aire por mis fosas nasales y mi boca apenas entreabierta. El polvo de la madre Tierra se ha pegado en mi vestimenta que se va impregnando de la tibia sangre que mana de mis heridas. Nadie sabe aún mi identidad ni yo mismo la recuerdo ni la de los otros que cayeron y yacen heridos o ya han expirado.
Olvido el dolor y comienzo a recordar unos versos de los antiguos guerreros que aprendí en mi niñez:
“Todos podemos
volar como águilas.
Volando sobre la Tierra,
circulando el Universo
con alas de blanca luz.”
He sido herido por doce enemigos feroces, pero no estoy ofendido ni temo a la muerte. Soy un guerrero y sé que voy al encuentro de mí mismo y al encuentro de mi Padre. Esta es mi guerra florida, la guerra contra mí mismo. Creo que hice méritos desde mi corazón. Este es mi destino. La vida me ha retado a luchar y ahora estoy muriendo. Toda mi vida pasa por mi mente para despedirme y prepararme para renacer. Mi corazón siente la agonía y espero. Mi pasado viene a mí y recuerdo ciento una batallas, mi preparación como guerrero, los duros ejercicios y las privaciones. Fui elegido entre muchos jóvenes de mi pueblo. Hice votos, prometí defender mi tierra y morir por ella. Mi dios es el Sol. He sido y muero como un guerrero águila, un “cuauhpilli”.
Rememoro cuando, a los catorce años, comencé mi aprendizaje como guerrero y mi iniciación fue la captura de cinco enemigos como prisioneros para sacrificarlos a los dioses. Me acompañó la suerte y mi brazo era fuerte. Fui explorador, espía de ojo avizor y mensajero.
A la ceremonia de mi consagración como guerrero águila asistió todo el pueblo mexica. Soy de sangre noble y estaba ataviado con mi tocado de largas plumas adheridas en una formidable cabeza de águila real, manifestación de mi Padre, con el pico corvo sobre mi rostro. Mi traje emplumado me fortalece. En mi mano izquierda, el escudo y en mi diestra, la espada de madera con navajas de obsidiana, arco, flechas y navajas. Mis piernas y pies protegidos y ágiles.
He cuidado mi fuego interior, cumplí mi misión y quiero recibir la luz y el calor del Padre. Estoy listo…
Noticia de último momento de la agencia Notimex: “En el día de ayer fueron asesinados quince efectivos policiales en la ciudad de Culiacán del estado de Sinaloa por sicarios narcos del cartel de Sinaloa. Entre los cadáveres, fue encontrado el del sargento Federico Hipólito Fernández Agüero (40) a cargo del operativo. Cuando se le realizó la autopsia, se le encontró una extraña prenda: un chaleco de plumas de águila real, símbolo nacional de México y fuente de innumerables leyendas.”
Marta Alicia Pereyra
Morteros, 20-09-11